Alcohol para las heridas, del que escuece, pero cura.
Los ojos más bonitos del mundo y el peor de todos mis errores.
Odio tu maldita sonrisa y que tu voz fluya por mi sangre, dándome vida y quitándomela.
Me martilleas el corazón y me vitaminas las ganas.
Y yo me he resignado a morir de sobredosis.
Tú, maldito niñato, eres mi jodida infección.